Frantz Fanon es una de
las figuras más trágicas del siglo XX. Su vida estuvo marcada por incontables
experiencias de sufrimiento. Su prematura muerte por leucemia fue igualmente
lamentable. Hoy Fanon es casi un mártir para los pueblos colonizados que buscan
su liberación. Como consecuencia de sus experiencias amargas, Fanon escribió
este texto, Piel negras, máscaras blancas.
El libro, escrito a mitad de camino entre la autobiografía, el análisis
psiquiátrico y ensayo sociológico, está marcado por un enfático tono de
indignación. No es para menos, teniendo en cuenta la vida de Fanon. Pero, a
través de sus páginas, Fanon pasa muchas veces de la indignación al puro
resentimiento, cuestión que en varias ocasiones, lo conduce a sostener posturas
lamentables. Habría sido insensato pedir a Fanon que, en su sufrimiento, modificase
muchos de los contenidos de su libro. Pero, no es insensato, cincuenta años
después, pedir a los devotos seguidores de Fanon que reconozcan que posturas
como las expuestas en Piel negra,
máscaras blancas, deben ser asumidas sólo con extremo cuidado.
En vista de que Piel negra, máscaras blancas tiene un
importante contenido autobiográfico, conviene hacer un breve repaso por la vida
de Fanon. Originario de la colonia francesa de Martinica, de una familia mulata
de clase media, Fanon recibió la clásica educación que el colonialismo francés
adelantaba, con su pretensión de asimilar a los colonizados. Así, desde joven,
creció en Fanon un sentimiento patrio francés. Cuando Francia entró en la Segunda Guerra
Mundial, Fanon entusiastamente se alistó para defender a la que él consideraba
su patria. Fue enviado como soldado a Europa.
Pero, la experiencia en
Europa modificó sustancialmente sus sentimientos. Fanon ingenuamente creía que
sería aceptado como un francés más, pero no tardó en vivir los efectos nocivos
del racismo. Vivió de cerca cómo los comandantes no confiaban en los
regimientos de soldados negros, separados de los blancos. Empezó a comprender que
el daño ocasionado por el colonialismo no era sólo político o económico, sino
fundamentalmente psicológico.
Así, Fanon estudió
psiquiatría. Afectado por su experiencia en Francia, y profundamente indignado
por el colonialismo francés, se marchó a Argelia para colaborar en los
movimientos de independencia. Estuvo trabajando en hospitales psiquiátricos,
pero inoportunamente, desarrolló una leucemia y murió.
El título del libro, Piel negra, máscaras blancas, se
conforma especialmente como una crítica, no tanto dirigida a los colonizadores
blancos, sino a los colonizados negros que dan continuidad a la degradación
colonialista. A lo largo de sus páginas, Fanon va mostrando su indignación
frente a aquellos negros (especialmente hombres) que, avergonzados de su
origen, intentan hacerse blancos. Así pues, llevan una máscara blanca,
intentando ser aquello que nunca podrán; a saber, hombres blancos.
Y, precisamente acá
empiezan las dificultades con el libro. Pues, Fanon implícitamente participa de
un esencialismo que postula que las características biológicas deben coincidir
con las características conductuales. Aquella persona de piel oscura que se
sienta fascinada por la cultura europea es, bajo la perspectiva de Piel negras, máscaras blancas, un
traidor. Fanon termina por encasillar a los negros en la cultura africana, y a
los blancos en la cultura europea, y no les permite salir de esas esencias. Asumir
las ventajas de la civilización europea termina por ser el equivalente a asumir una máscara
blanca.
La suposición implícita
de Fanon es que, para vivir sin máscaras, para vivir auténticamente, es
necesario rechazar todo lo traído por el colonizador. Esto ya empieza a sonar
ridículo. El principal problema con Fanon y la escuela postcolonialista que él
inauguró, es que su dolorosa experiencia no le permitió tener una visión más
panorámica, y comprender que no toda la experiencia colonialista francesa fue
mala, y que más allá de los innegables crímenes del colonialismo, hizo aportes
significativos (tanto intelectuales como materiales) que no conviene rechazar.
Fanon empieza por
documentar cómo el daño psicológico del colonialismo se manifiesta a través del
lenguaje. Fanon analiza que, en muchas lenguas occidentales, lo malo está
asociado al color negro, y lo bueno al color blanco. Esto, postula Fanon, va
erosionando la personalidad de los colonizados de color.
Es innegable que,
efectivamente, en muchas de las lenguas de los colonizadores, el color negro
está asociado a lo malo, y el blanco a lo bueno. Pero, quizás Fanon exagera el
daño que esto causa. La tesis de Fanon reposa sobre la hipótesis relativista de
Sapir y Whorf, según la cual, las particularidades del lenguaje condicionan el pensamiento;
esta hipótesis hoy está muy cuestionada por la vasta mayoría de los lingüistas.
Fanon también describe
cómo, en su Martinica natal, hay un intento desesperado por asumir los modos
lingüísticos de la metrópolis francesa. La degradación colonial ha llegado a
tal punto, que los nativos de Martinica odian su color y su propia forma de
hablar, y a toda costa quieren parecerse a los blancos, para lo cual asumen los
modos lingüísticos foráneos.
Sin duda, esto ocurre:
hay plenitud de gente que asume los modos lingüísticos de los poderes
dominantes. Pero, Fanon debió haber reconocido también que la dinámica de la
difusión lingüística dicta que, efectivamente, haya modificaciones
lingüísticas. Es natural que un nativo de Martinica que pase una temporada en
Francia, regrese hablando con modismos franceses metropolitanos; esto no ocurre
por un odio a sí mismo. El empresario venezolano Richard Bulton estuvo
secuestrado por los paramilitares colombianos por varios años. Cuando fue
liberado, hablaba con acento colombiano. ¿Era este cambio lingüístico una forma
de esnobismo por parte de Bulton? Para nada: muy difícilmente Bulton habría
querido parecerse a sus secuestradores. Sencillamente, el uso cotidiano hizo
que, inevitablemente, Bulton asumiese el acento de aquellos con quienes
convivía.
Fanon se lamenta en el
libro de que los nativos de Martinica abandonasen sus dialectos regionales a
favor del francés, pues insistía, es una forma de degradación de los nativos
cuando éstos odian su propia lengua. Sin duda, habrá algunos esnobs de este
tipo. Pero, también es menester tener en cuenta que las lenguas que sobreviven
son aquellas que son más útiles. Y, por motivos comerciales, educacionales,
mediáticos, etc., el francés es mucho más útil que los dialectos de Martinica.
Quizás el nativo de Martinica que prefiera el francés por encima del creole, no
lo hace tanto por odio a sí mismo, sino más bien por cálculo racional respecto
a la utilidad de la lengua.
Por supuesto, eso no
esconde el hecho de que, en Francia, quien hablara con acento creole era
degradado, y eso generaba un profundo efecto nocivo, y Fanon vivió esto de
cerca. Pero, lamentablemente, también ocurre a la inversa. Quien pretenda
hablar un francés gramaticalmente correcto, es muchas veces visto como un
traidor, un negro que lleva una máscara blanca. Y, así, pareciera que Fanon
pretende mantener a la gente negra en la caja esencialista: para ser
auténticamente negro, hay que renunciar al gusto por Pascal, Voltaire o
Flaubert. Plenitud de negros intelectuales en EE.UU., por ejemplo, se han
quejado de que muchas veces son acusados de colaboracionistas con el poder
blanco, por el solo hecho de expresarse correctamente en lengua inglesa.
Fanon también dirige
críticas a las mujeres negras que buscan casarse con hombres blancos, y los
hombres negros que buscan casarse con mujeres blancas. Fanon se indigna, por
ejemplo, frente a un libro autobiográfico escrito por Mayotte Capecia. En ese
libro, la autora es mulata, pero reniega de su color de piel oscuro. Narra su
plena satisfacción por haberse casado con un hombre blanco de ojos azules, pero
a la vez, se mortifica cuando visita a los amigos blancos de su esposo, pues
teme quedar en ridículo.
Situaciones parecidas
documenta Fanon en una novela de Absoulaye Sadji: una mujer negra recibe una
propuesta matrimonio de un hombre negro que sinceramente la ama, pero a ella
eso le parece un insulto. En cambio, cuando un hombre blanco le propone
matrimonio, ella misma queda encantada, aun sin estar claro si ese hombre en
verdad la ama. Obviamente, concluye Fanon, la mujer negra colonizada odia su
propio color de piel, y desesperadamente busca un esposo blanco, a fin de
sentir una mejora respecto a su condición.
Los hombres negros no
son muy distintos. Fanon considera que el deseo de los hombres negros por
casarse con mujeres blancas obedece a unas intensas ansias de conseguir un
trofeo, e incluso, una suerte de venganza respecto a los colonizadores blancos,
pues éstos impusieron su dominio, pero al final, el hombre negro consiguió
apoderarse de la mujer blanca.
Fanon dirige su atención
a una novela de René Maran, Un hombre
como los demás. El protagonista, un
joven negro criado en Francia llamado Veneuse, se enamora de una mujer blanca.
Pero, inseguro, consulta a un amigo si ella podría aceptarlo. Su amigo le
responde que sí, pues si bien él es negro, se ha criado en Francia, y es como
el resto de la gente.
Fanon ve esto como una
gran afronta contra la integridad de Veneuse, pues, a su juicio, la sociedad
francesa ha promovido su asimilación, y le ha hecho romper con sus raíces
negras. Lamentablemente, Fanon no alcanza ver que esto es precisamente una de
las virtudes de la civilización francesa. Los franceses, en virtud de su
radical igualitarismo ilustrado, asumieron que todos los hombres tienen la
suficiente plasticidad para asumir cualquier cultura, y que el ser negro no
supone un impedimento biológico para ser ciudadano francés, contrario a lo que
tradicionalmente asumían los promotores del racismo, para quienes, la gente
negra tiene un impedimento biológico para asumir plenamente los valores de la
civilización occidental. Por supuesto, este ideal estuvo muy lejos de cumplirse
en las mentes del pueblo llano francés, pero la situación vivida por Veneuse
pareciera ser más bien de integración, y no de alienación. Una vez más, en
tanto Fanon desea que el negro se aferre a sus raíces africanas a toda costa,
asume irónicamente, como hicieron los racistas de antaño, que los rasgos
biológicos dictan cuáles rasgos culturales deben asumirse.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrNGIL64J7K_R8d2oLbqqNinZcJEqQgZwvXoo9Qzf3QMzghVac8F7xiscIAcRn6HkIfbrUQebBh78JkyLI-PUl3z13iqCnzXCK5uOiB3cD0aauuT_U4Y8UIXogjmC-o0Le-gDCj2wjx2w/s320/fanon.jpg)
Ciertamente, en algunos
casos, el deseo de las mujeres negras antillanas de casarse con hombres blancos
pudo haber obedecido a las dinámicas psicológicas que Fanon explora (yo también
he conocido mujeres venezolanas que buscan desesperadamente casarse con
europeos para “mejorar la raza”). Y, quizás Fanon sólo quiso referirse a las
situaciones que él vivió de cerca en Martinica. Pero, su disgusto al ver a una
mujer negra con un hombre blanco (o un negro con una blanca), ha alimentado en
muchos pueblos colonizados la idea de que, para preservar la integridad cultural
africana y no doblegarse frente al colonizador, es necesario que las negras se
queden con los negros. Esto es un terrible retroceso en la senda de la
integración racial.
Este lamentable aspecto de
la obra de Fanon no eclipsa otros momentos lúcidos. Por ejemplo, Fanon hábilmente
refuta los disparates que defiende el psicoanalista Octave Mannoni: según este
autor, los colonizados desde siempre tuvieron un complejo de inferioridad, y
una necesidad de que los colonizadores gobernaran sus vidas. Con todo, hay un
punto en la obra de Mannoni que Fanon critica, pero que, en realidad, no
resulta tan disparatado. Mannoni opina que los abusos del colonialismo no se
deben propiamente a la civilización francesa, sino al pueblo llano francés que,
al ocupar los cargos de administradores coloniales, atropella a los nativos.
Fanon disputa esto, y señala que no hay grados intermedios en el racismo, y que
Francia es abiertamente un país racista.
La opinión de Fanon es discutible.
Sin duda, el colonialismo francés cometió abusos. Pero, este colonialismo se
inspiró en una ‘misión civilizadora’, cuya intención era noble: a partir del
universalismo y el igualitarismo ilustrado, se planteó el objetivo de extender
al mundo entero los avances de la civilización. Hubo, por supuesto, cinismo en
todo esto. Pero, sostener que el colonialismo francés, per se, fue el promotor del racismo, es malinterpretar los datos.
Además, hay en Piel negra, máscaras blancas, alguna
inconsistencia. Al discutir el modo en que los blancos representan a los
negros, Fanon critica a los promotores del movimiento de la negritude, Cesaire y Senghor, por ser
cómplices del estereotipo europeo según el cual, los negros no son tan
racionales como los blancos, pero en cambio, tienen la sensualidad y la emoción
que carece el frío mundo racionalista europeo. Esta crítica, por supuesto, es
muy pertinente: los promotores de la negritude
cayeron en el esencialismo, y asumieron que el negro, por el mero hecho de ser
negro, es menos racional pero más sensual. El problema, no obstante, es que a
lo largo del libro, Fanon también cae en este esencialismo que él mismo
critica. Pues, Fanon reprocha a los negros que intentan asumir costumbres
culturales europeas. Al final, para Fanon, lo mismo que para los promotores de
la negritude, la única forma en que
el negro puede vivir auténticamente es permaneciendo encerrado en la esencia
africana.
Hoy algunos
pseudocientíficos racistas defienden la idea de que las personas de piel oscura
son menos inteligentes, y para ello, invocan la supuesta evidencia de pruebas
de inteligencia. En realidad, los estudios demuestran que, si los negros tienen
menor puntaje en estas pruebas, es probablemente porque han sido discriminados
en la educación. Pero, afortunadamente, hay algunos intelectuales negros en
EE.UU. que se han percatado de que parte del problema también está en el hecho
de que, entre las subculturas de jóvenes negros, hay un desprecio hacia quien
estudie y busque desarrollarse intelectualmente, pues, a juicio de estos
jóvenes, estos intelectuales “se compartan como blancos” (act white) y son traidores.
Quizás inadvertidamente,
Fanon incentivó esta actitud. Su crítica a los negros que asumen costumbres
europeas ha desembocado en que aquel negro que quiera nutrirse de los avances
de la civilización europea, será sometido al ostracismo en su propia comunidad.
La principal falla de Fanon consistió en no haber alcanzado a ver que no todo
lo del colonialismo fue malo, y que además de sus innegables abusos, el
colonialismo europeo ofreció ventajas que a los propios colonizados les
conviene asimilar.
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